@MendozayDiaz

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martes, 23 de agosto de 2016

Ser abogado.

El Premio Abogados de Novela se convoca, cada año, por el Consejo General de la Abogacía Española, la Mutualidad de la Abogacía y Ediciones Martínez Roca, del Grupo Planeta, con la intención de premiar una novela que ayude al lector a profundizar en los conocimientos del mundo de la abogacía y sus ámbitos de actuación, valores, proyección y la trascendencia social de su función. El primer libro, distinguido por este galardón, que leí fue “El jurado número 10”, de Reyes Calderón, que recibió el reconocimiento en el año 2013. Recuerdo que se trataba de una novela interesante, amena y especialmente divertida (en mi opinión ayuda que los personajes y el entorno sean locales); y, en este caso, también divulgativa pues da a conocer cómo funciona el jurado en nuestro sistema judicial.

“El abogado de pobres” fue la novela ganadora del Premio Abogados de Novela 2014. Ambientada en Jerez de la Frontera a mediados del siglo XVIII, su protagonista es un abogado de pobres que tiene que enfrentarse a varios casos de corrupción, robo y falsificaciones, abusos de poder y manipulación de la Justicia. En el más importante de ellos, estarán implicados algunos de los personajes más importantes de la ciudad. La figura del “abogado de pobres” es una figura que desaparece a finales del siglo XVIII en la medida que, en las grandes ciudades, se van creando los Colegios de Abogados que se encargan de defender gratuitamente a los pobres y desamparados, designando de entre sus colegiados a quienes por turno habrían de hacerse cargo de la defensa de esas personas sin posibles. Juan Pedro Cosano, abogado gaditano, personifica en Pedro de Alemán, el protagonista de su relato ganador, los rasgos de un jurista, adalid de la cultura y de los valores humanos. Excelente novela, muy recomendable. Asimismo, la novela ganadora del VI Premio Abogados de Novela (2015), “La mediadora” de Jesús Sánchez Adalid. La mediación como medio alternativo de solución de conflictos está de moda. Aunque, en mi opinión, es más antigua que el hilo negro… La Abogacía es una profesión pionera en la mediación como herramienta para alcanzar el consenso entre partes en conflicto ya que los abogados, mayoritariamente, llevamos siglos promoviendo la cultura del acuerdo. 

Durante la Feria del Libro de León, en la Librería Universitaria, me encontré con “El alma de la toga”; y ya su título me resultó tan sugerente, que me lo compré… Su autor, D. Ángel Ossorio y Gallardo (1873-1946), tuvo una vida plena de responsabilidades profesionales y políticas. Fue Presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, y del Ateneo de Madrid. Gobernador de Barcelona y Ministro de Fomento durante el reinado de Alfonso XIII. Diputado en varias legislaturas. En la II República fue Presidente de la comisión que elaboró la Constitución Española de 1931, y Embajador. Bien, pues después de una vida tan intensa, poco antes de morir, reconoció a sus amigos, en Buenos Aires (donde se exilió tras la Guerra Civil), que su mayor satisfacción fue ser abogado.



Años antes, en junio de 1919, en el apogeo de su profesión, escribió “El alma de la toga”. Un libro muy oportuno para quien se inicia en el ejercicio de la abogacía pues está repleto de sabios consejos fundamentados en su experiencia. A pesar de su brevedad trata muchos asuntos que invitan a pensar. Como cuando escribe sobre quién es Abogado, y la diferencia con el Licenciado en Derecho. La moral del abogado. Su sensibilidad, su cordialidad; el “desdoblamiento psíquico”. Su independencia. Según D. Ángel el mundo nos utiliza y respeta en tanto que tengamos “la condición del amianto”: poder y riqueza, fuerza y hermosura, todas las incitaciones, todos los fuegos de la pasión han de andar entre nuestras manos sin que nos quememos…Cuando habla sobre el sistema de trabajo, aconseja que antes de coger la pluma hay que estudiar los documentos y consultar libros. Y no confiar nunca en la capacidad de improvisación: el guion escrito es siempre indispensable. Aunque considera que todas las horas son buenas para trabajar, recomienda especialmente las primeras de la mañana (desde la seis hasta la diez) porque “antes de las diez de la mañana podemos dar al trabajo nuestras primicias y, después de la diez de la noche, no le concedemos sino nuestros residuos…”. Partidario del uso de la palabra en la resolución de conflictos: “se adelanta más en media hora de conversación que en medio año de correspondencia”. Sobre la oratoria forense hace recomendaciones sencillas pero muy prácticas, muy útiles para el ejercicio de la profesión, como cuando afirma que “la brevedad es el manjar preferido de los jueces…”. Defiende una oratoria breve, clara, concreta, cortés, amena y que cuide el léxico. Leer es esencial, también para un abogado. Cuando no se lee, nos recuerda, “viene el atasco intelectual, la atrofia del gusto, la rutina para discernir y escribir, los tópicos, los envilecimientos del lenguaje…”.

Me sorprende que trate asuntos que entonces eran de actualidad y que hoy, casi cien años después, lo continúen siendo como la especialización, el trabajo de los jueces (“hay mucha más abnegación y virtud de la que el vulgo supone”), la abogacía y la política, la “defensa de los pobres” (justicia gratuita), la función de los colegios profesionales o la utilización de la toga (“todas las apariencias tienen su íntimo sentido”). Personalmente me encantó esta frase: “Hay que estudiar, hay que leer, hay que apreciar el pensamiento ajeno, que es tanto como amar la vida, ya que la discurrimos e iluminamos entre todos”. Recomiendo la lectura de este libro. A mí me ha nutrido con puntos para pensar. Y me he divertido conociendo nuevas palabras como rábula, curialete, fuste, ganapán, petimetre o tresillista…jajaja. A pesar de los años transcurridos desde su primera edición (1919), mantiene su vigencia y, quizá por eso, “El alma de la toga” es reconocida como un verdadero clásico de la literatura jurídica.

Publicado en Diario de León el 23 de agosto del 2016: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/ser-abogado_1093723.html

miércoles, 10 de agosto de 2016

La vida después de los 50.

La edad no es sino el tiempo de vida de una persona, tan sólo una unidad de medida. Un año se va y llega otro. La vida sigue su imparable curso. El tiempo es breve. Es cierto que, a veces, la edad es algo más que el simple cómputo numérico del curso de la vida y podemos confundirla con ésta, y no es lo mismo. 

Desde que cumplí 50 años siento un desajuste entre el tiempo transcurrido –según el calendario- y mi tiempo vivido. Pasó demasiado rápido. Y esta sensación va, inevitablemente, unida a una cierta frustración por no haber aprovechado -mejor- el tiempo. Por ejemplo, esos “trenes” que pasaron, que pude haber tomado y no tomé... “Mística ojalatera” como la llamaba mi amigo Mariano, peligrosa tentación. Ojalá hubiera hecho esto, y lo otro y lo de más allá… Es sano romper con ese círculo vicioso, dañino por paralizante, y en vez de pensar que ahora es tarde, mejor, mucho mejor, es pensar que hoy es siempre todavía.

Experimentado, sentido, que todo puede cambiar en un instante y que nadie me puede garantizar no ser el próximo, intento vivir como si fuera mi último día, cara a Dios y cara a los hombres, porque, realmente, no sé ni el día ni la hora. Ahora, por primera vez en mi vida, estoy tomándomelo con más calma. Alcanzada la identidad familiar y profesional otras son, ahora, las prioridades. Quiero hacer, pero, con más orden, con “foco”. De un cierto atolondramiento a la calma. Una cierta liberación del agobiante peso de las rutinas cotidianas. Vales lo que eres capaz de dar. El saber perder la vida por los demás. Hacer nuestros los problemas de los demás, de aquellas personas con quienes convivimos. 

Lo que menos me gusta es saber que, en adelante, queda menos. Hasta hace poco siempre pensaba que todavía me quedaban otros tantos años como los que cumplía… A los 50, pensar en que todavía me quedan “otros tantos” es más una ilusión que una probabilidad. Y estas “fechas redondas” son una ocasión para reflexionar, hacer balance, y otear el horizonte…

No me gustan los que presumen de ganadores, los que van de triunfadores por la vida, porque es mentira, sólo que cuando pierden no nos enteramos. Aquí sucede como con los problemas. Hay dos tipos de personas: aquellos que tienen problemas y los cuentan y aquellos que tienen problemas y no los cuentan…

He tenido la suerte de aprender dialogando con personas interesantes. En cierto modo, las personas somos lo que leemos y lo que escuchamos. Lecturas y conversaciones son nuestros principales nutrientes. Por tanto, si leemos buenos libros y procuramos tener buenas conversaciones el resultado será una cabeza "bien amueblada". Hay otras combinaciones posibles pero la más peligrosa es cuando leemos basura y escuchamos basura, porque el resultado será una cabeza llena de... basura. Con todas las consecuencias que ello tiene en nuestra vida y, también (conviene no olvidarlo), en las vidas de las personas con quienes convivimos. Aprovechar el tiempo y elegir -con criterio- nuestros libros e interlocutores es esencial para una vida lograda. 

Un gran despilfarro, quizá el más importante, es desperdiciar nuestra existencia. Perder el tiempo en actualizaciones continuas de la lista de experiencias negativas de la vida es el cuento de nunca acabar. El optimismo es una interpretación positiva de nuestra realidad. Aquello del vaso medio lleno o el vaso medio vacío. Y depende, únicamente, de nosotros.

Esforzarse por descubrir más lo positivo que lo negativo e identificar, o esperar, lo mejor a pesar de las “aparentes apariencias”. El optimismo, más allá de la genética, puede adquirirse, con esfuerzo, con lucha. Mediante la repetición de actos o momentos cotidianos de optimismo, intentando buscar y dar lo mejor de sí mismo. Vivimos de proyectos y recuerdos. Y nuestros proyectos sólo serán posibles si dejamos de pensar que son imposibles.

Por último, en demasiadas ocasiones buscamos la felicidad en cosas externas y construimos la vida en torno a realidades que se encuentran fuera de nosotros. Nos olvidamos de construir nuestro interior, que es como los pies sobre los que se apoya toda nuestra existencia. Muchas veces pasamos por alto la ética, los principios y valores, porque estamos ocupados en lograr el oro, la plata o el bronce, al precio que sea necesario. Lo triste es que después de tantos esfuerzos nos damos cuenta del gran vacío al que conduce esa tarea, a la que hemos entregado una parte importante de nuestra vida. Quizá nuestra auténtica "calidad de vida" dependa de que nos esforcemos por vivir serenamente. Aprovechar el tiempo para pensar en uno mismo y reflexionar. Quizá identifiquemos en qué podemos mejorar en nuestra vida. Por ejemplo, dejar de lado la obsesión por hacer e intentar, simplemente, ser. O hacer menos y ser más. 

En fin, un audaz programa de vida para los próximos… años.

Publicado en Diario de León el 10 de agosto del 2016: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/vida-despues-50_1090033.html

jueves, 2 de junio de 2016

"El alma de la ciudad" de Jesús Sánchez Adalid.

En plena Edad Media, la Reconquista avanza, a pesar de la fuerza del imperio almohade.

El rey Alfonso VIII funda la populosa ciudad de Ambrosía (Plasencia), donde su primer obispo se entrega a erigir el orden más excelso, con una visión guerrera y a la vez mística del mundo.

El joven Blasco Jiménez, la mano derecha del prelado, se enfrenta a un dilema: la fidelidad al espíritu de la ciudad o su propia libertad.


Publicada en el año 2007, su autor, Jesús Sánchez Adalid, es considerado un referente de la buena novela histórica.

Esta obra fue galardonada con el Premio Fernando Lara de Novela 2007.

Completa, amena, sencilla. Recomendable.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Antonio Fontán, un liberal en la Transición.

Ahora que tan de moda está invocar el “espíritu de la Transición” recomiendo la lectura de un libro sobre uno de sus protagonistas: D. Antonio Fontán (1923-2010).

La Transición Española fue obra de personas que aspiraban a un tránsito pacífico de una dictadura a una democracia, personas con diversos orígenes políticos, ideológicos y profesionales. El catedrático de Latín, Antonio Fontán, fue una de las más importantes.

“Antonio Fontán, un liberal en la Transición” de Miguel Ángel Gozalo (Editorial Almuzara) no es una biografía convencional ni un pormenorizado y minucioso relato de la vida de aquel sevillano que ganó una cátedra de latín a los 26 años, editó y dirigió diversas publicaciones a lo largo de su vida (Nuestro Tiempo, Madrid, Nueva Revista) y fundó, junto a Joaquín Garrigues, un partido político que se sumó a la corriente liberal que alimentó un periodo decisivo de la historia de España.


Este libro trata de acercarse a lo que hizo, a esos tres aspectos, tan vigorosos, de la trayectoria de Antonio Fontán: periodismo, latín y todo lo demás. Fue uno de los seres distinguidos con el secreto de aprender permanentemente y de contar de manera clara, precisa y eficaz.

Al final de su vida pasó por la política y se convirtió en uno de los artífices de la Transición, que, como Presidente del Senado, estampó su firma, junto a la del Rey Juan Carlos I y la del Presidente de Las Cortes (D. Fernando Álvarez de Miranda, recientemente fallecido), en el ejemplar de la Constitución de 1978, que devolvía a los españoles la libertad política y los encaminaba a un futuro mejor.

Pero, antes, D. Antonio había hecho algunas otras cosas. Entre otras, ser catedrático de Universidad y periodista de extraordinaria ejecutoria, como director del inolvidado diario “Madrid”, que salió por los aires después de un cierre intempestivo que se convirtió en metáfora de las dificultades de la prensa durante el franquismo.

El autor es Miguel Ángel Gozalo, periodista que conoció a Fontán en el diario “Madrid” y con quien colaboró en posteriores emprendimientos.

Este libro es especialmente recomendable para quienes estén interesados en la Política, con mayúsculas.

martes, 17 de mayo de 2016

"Volver a Canfranc".

Durante la Segunda Guerra Mundial, miles de personas -la mayoría judíos- huían de la persecución nazi, de su terror. Atravesaban Europa, en trenes, con destino al puerto de Lisboa para subir al barco que les llevara a América, lejos de la barbarie. 

Estos trenes hacían escala en la estación internacional de Canfranc, en territorio español, pero tomada por los nazis desde el invierno de 1942 para interceptar a quienes huían.

El jefe de la aduana, una camarera del hotel y un bandolero son los protagonistas de "Volver a Canfranc", de Rosario Raro. 


Una novela histórica que también podría calificarse como novela de espías, o de aventuras. Y también romántica porque, en medio de ese oscuro panorama, surge una bonita historia de amor.

Una novela bien construida, que engancha. La historia de personas generosas que decidieron enfrentar el terror y arriesgarse para ayudar a otros.

jueves, 5 de mayo de 2016

"¡Quemad Barcelona!" de Guillem Martí.

Novela bien escrita y fácil de leer. 

El autor -Guillem Martí-, durante sus años de bachillerato, conoce la historia de un tío-abuelo suyo que había sido consejero de la Generalidad durante la Segunda República, y murió exiliado en México:

En enero de 1939, días antes de que el ejército del general Franco entrara en Barcelona, Miquel Serra, miembro del PSUC y consejero de la Generalidad, recibe la orden la Unión Soviética de arrasar la ciudad, destruir las vías de comunicación y los centros neurálgicos de energía, agua y transporte, para no dejar nada en pie al enemigo.  El protagonista, jugándose la vida, boicotea esos planes y salvaguarda la ciudad.

La historia le fascina e inicia un trabajo de documentación que dura años y que culmina con la publicación de "¡Quemad Barcelona!". Novela especialmente recomendable para los amantes de las historias ambientadas en la Guerra Civil Española. Un homenaje a los héroes anónimos.



jueves, 21 de abril de 2016

viernes, 15 de abril de 2016

Gracias al Centro Universitario Villanueva y a D. Lorenzo Bermejo Muñoz.

Ayer presenté mi libro "Viva Mi Gente (cinco acciones básicas que te ayudarán a dirigir mejor)" en la sede del Área Jurídica y Empresarial del Centro Universitario Villanueva, adscrito a la Universidad Complutense de Madrid.


Mi gratitud al Centro Universitario Villanueva y a D. Lorenzo Bermejo Muñoz por todas sus atenciones.

Comos siempre, lo mejor fue el diálogo con las personas que asistieron.

domingo, 27 de marzo de 2016

"La puerta del cielo" de Reyes Calderón.

Me gustan las novelas de Reyes Calderón. Creo que he leído todo lo que ha publicado desde que descubrí uno de sus primeros libros en la Feria del Libro de Pamplona del año 2005 (http://mendozaydiaz.blogspot.com.es/2013/05/reyes-calderon.html).

Desde hace meses tenía pendiente “La puerta del cielo” que publicó en febrero del 2015, y acabo de leerla durante esta Semana Santa.


La verdad es que el tema de los exorcismos y, en general, todo lo relacionado con el esoterismo, no me atrae demasiado, pero en esta novela está bien tratado, inteligentemente: aporta un punto de cordura en una industria repleta de extravagancias... 

La novela está bien escrita, aunque quizás un poco lenta al principio y demasiado intensa al final.

Después del -en mi opinión- desafortunado paréntesis de “Tardes de chocolate en el Ritz. Dos soñadoras en busca de la felicidad”, con esta novela, Reyes Calderón, retoma el género negro, las novelas de intriga.

La acción se desarrolla en Madrid, en torno a un ático de un edificio del barrio de Salamanca donde se encuentran los protagonistas de tan curiosa trama. Personajes interesantes, bien perfilados, costumbristas y divertidos.

La novela vale la pena. Tiene buen fondo, invita a reflexionar. Recomendable.

Y atento a la próxima publicación de su nueva novela (“Dispara a la luna”) con la que ha ganado el Premio Azorín 2016, porque según ha anunciado en su facebook “vuelve Lola MacHor…”.



lunes, 22 de febrero de 2016

Santiago Álvarez: "Con el respeto a los demás se obtienen muchos beneficios".

Mi amigo Santiago Álvarez López me ha distinguido grabando en un vídeo sus opiniones sobre "Viva Mi Gente (cinco acciones básicas para dirigir mejor)".


En esta foto aparecemos, juntos, el día de la presentación del libro en el  Colegio de Abogados de León.

Destaco dos de sus opiniones: 

"Viva Mi Gente" es fundamental para enfocar la vida cotidiana".

"Con el respeto a los demás se obtienen muchos beneficios".


Gracias, Santiago.

viernes, 12 de febrero de 2016

Presentación de "Viva Mi Gente (cinco acciones básicas que te ayudarán a dirigir mejor)" en la Peña Vitoriana.



Ayer jueves 11 de febrero, a las 19'30 horas, presenté mi libro en las instalaciones de la Peña Vitoriana Tenis Club (http://www.pvitoriana.com/), organizada por el Foro Alavés de Empresa y Humanismo que preside D. José Carlos Tena.


Como siempre, en este tipo de actos, lo mejor fue la oportunidad de conocer y dialogar con personas interesantes.

Muchas gracias a todos por sus atenciones.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Beth Borés (ACCimagen.com) recomienda leer "Viva Mi Gente".

Beth Borés, fundadora de ACC Imagen (http://www.accimagen.com/), cree que todo el mundo merece las mismas oportunidades para tener éxito en la vida. 

Y, como Consultora de Imagen, su objetivo es ayudar a los individuos y a las Corporaciones en la mejora de su imagen, descubriendo y resaltando sus fortalezas a través de una mejora en su imagen exterior (Apariencia, Comportamiento y Habilidades en la Comunicación).

Ella se apoya en su variada experiencia profesional y personal para evaluar a sus clientes, identificar sus intereses, habilidades y necesidades particulares, y ayudarles a crear una imagen personal que conjugue a la perfección con su apariencia física, su personalidad, su estilo, su rol y objetivos en la vida.

Beth es una profesional de prestigio y es mi amiga. 

Para mi es un honor, y una gran alegría, que recomiende la lectura de mi libro.


Muchas gracias, Beth.


viernes, 30 de octubre de 2015

La ilusión es más poderosa que el miedo.

Hace unas semanas estaba pensando y escribiendo sobre los primeros cien días de trabajo de Ciudadanos en las instituciones cuando se celebraron las elecciones catalanas con la agradable sorpresa del resultado de Ciudadanos y de su candidata. Este acontecimiento ha confirmado muchas de mis opiniones sobre este proyecto político y sobre el “denominador común” de algunos de sus dirigentes como Albert Rivera, Inés Arrimadas, o de Gemma Villarroel que, en mi opinión, es quien mejor representa, en León, los principios y valores de Ciudadanos.

Ciudadanos ha abierto a los desencantados del PP y del PSOE una opción digna entre la abstención y el voto con la nariz tapada. Dan respuestas convincentes a una opinión pública escéptica sobre la renovación de los partidos tradicionales, y predispuesta a escuchar con agrado los nuevos mensajes. Consiguen, con naturalidad, romper la imagen del político distante y tecnocrático, buscando la empatía con su auditorio mediante un lenguaje comprensible. Un lenguaje más fresco del que la rutina política ha terminado imponiendo. Ofrecen un perfil amable, cercano y moderno. Un modelo muy atractivo para muchos electores.


Pero ofrecen mucho más que sonreír y mostrar buenas maneras. Traen nuevos horizontes a la vida pública española. Un mensaje transversal. Reactivar y refrescar los valores constitucionales. A favor del consenso y del diálogo. Un país donde la unidad de España sea un valor. Un país donde se reforme sin romper las reglas del juego. Una superación del sentimiento de revancha rupturista que provoca cierto rechazo de las clases medias, mayoritariamente moderadas. A la mayoría de los electores les sobran las posiciones irrenunciables y los partidismos exagerados.

Saben capitalizar el descontento mayoritario no repartiendo odio, inquina o revanchismo, sino esgrimiendo esa arma poderosísima que es el sentido común. Han planteado objetivos ambiciosos y forzado a los partidos tradicionales a realizar cambios que, hasta hace poco, eran impensables. La regeneración de nuestra democracia es imprescindible para superar la crisis política, económica y social, y para devolver a los ciudadanos el control sobre la política. Y estas reformas no las van a llevar a cabo los que quieren que todo siga igual, los que han tolerado las actividades de bandas organizadas de corrupción. 

Me llama, positivamente, la atención que no ofrecen un partido político sino un proyecto para España, Cataluña, para León… Ciudadanos es sólo un instrumento jurídico adecuado para poder ser una palanca de cambio, para que las cosas mejoren. Uno de los ejes que vertebra su discurso es la democracia interna y la transparencia en la gestión de las administraciones. Ofrecen un discurso responsable capaz de generar confianzas. Un proyecto para levantar España y recuperar la confianza de los ciudadanos, sin gritar, sin mentir y sin prometer quimeras. Prometer resulta gratis sobre todo cuando no se tiene ninguna posibilidad de gobernar.

Mejorar el funcionamiento y la eficiencia de la política requiere actitudes más constructivas y favorables a la cultura del pacto. Facilitar la gobernabilidad es una muestra de responsabilidad. España no puede permitirse que no haya gobiernos estables, pero tampoco que se gobierne de la misma manera. Cuando ninguna fuerza política obtiene el suficiente número de votos los pactos no es que sean inevitables es que son deseables para lograr un funcionamiento razonable de las instituciones. Eso sí, los pactos no como trapicheo sino como una oportunidad para regenerar la democracia. La cuestión no es con quién llegas a acuerdos sino para qué. Además, permitir el gobierno de un competidor requiere de magnanimidad, y de seguridad en sí mismo. Esta magnanimidad es, precisamente, la que necesita la política española. 

En definitiva, un cambio profundo, pero sobre todo, un cambio sensato. Un proyecto para España movido por la esperanza, sin enfados, venganzas, ni acritudes: la ilusión es más poderosa que el miedo. Ciudadanos se ha consolidado como una alternativa fiable, de confianza. Sus propuestas están llenas de sentido común, al menos, durante estos primeros cien días.

Publicado hoy, viernes 30 de octubre del 2015, en Diario de León: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/ilusion-es-mas-poderosa-miedo_1019685.html

lunes, 24 de agosto de 2015

La huella de Isidoro.

Cuando visité por primera vez el Panteón de Reyes de la Basílica de San Isidoro, me llamó la atención el epitafio del rey Fernando I el Magno (1016-1065):

“Aquí está enterrado Fernando Magno, rey de toda España, hijo de Sancho rey de los Pirineos y Tolosa. Trasladó a León los cuerpos santos de san Isidoro arzobispo, desde Sevilla, y de Vicente mártir, desde Ávila, y construyó esta iglesia de piedra, la que en otro tiempo era de barro. Hizo tributarios suyos, con las armas, a todos los sarracenos de España. Se apoderó de Coímbra, Lamego, Viseo y otras plazas. Se adueñó por la fuerza de los reinos de García y Vermudo. Falleció el 27 de diciembre de (la era) 1103”.

El rey Fernando I, quizá uno de los hombres más poderosos de su tiempo, quiso destacar como uno de sus logros que fue él quien trasladó a León, desde Sevilla, el cuerpo de San Isidoro.


¿Quién fue este hombre? ¿Qué hizo? ¿Cuál ha sido su legado?

Este verano, en El Escorial, adonde tuve la oportunidad de participar en un curso de verano, me encontré en una librería de libros antiguos con una biografía de “San Isidoro de Sevilla” de Ismael Quiles, editado por la Colección Austral de Espasa Calpe en 1945. Un libro muy completo: biografía, análisis de su doctrina y extractos de sus principales escritos.

Pocos hombres, pocos sabios cuenta la historia de la humanidad, a los cuales deba más la cultura integral de Occidente. Figura política, religiosa y científica de los siglos VI y VII y que tendrá una perdurable influencia a través de toda la Edad Media.

Nació en Sevilla en 556. Su familia, oriunda de Cartagena, emigra a Sevilla cuando los bizantinos, en el año 554, dominaron Cartagena. Hermano de Leandro, obispo de Sevilla, y asesor del rey Recaredo. En noviembre del año 599 muere su hermano y él, a sus 43 años, es aclamado como su sucesor.

Quizá su principal virtud fue su laboriosidad. Se cuenta que sentado junto a un pozo se puso a observar los surcos trazados en la piedra del brocal. Viendo como las gotas de agua, cayendo un día y otro día lograban hacer ese trabajo, reflexionó y comprendió como lo mismo él, a fuerza de constancia, lograría grabar en su entendimiento. Recomendaba tres o cuatro horas de estudio en verano, y cinco o seis en invierno.

Recopila, ordena y codifica los cánones y decretales dispersos en la Hispania, que será durante varios siglos el código español de Derecho Canónico. En aquel tiempo no solamente correspondían al obispo los asuntos estrictamente eclesiásticos, sino que éste era también la cabeza civil de la diócesis, por encima del gobernador, y ante su autoridad se apelaban los fallos dictados por los tribunales civiles.

Un copilador de los conocimientos de su tiempo. Un copilador enciclopédico. Sintetiza la doctrina jurídico y social cristianas. Su influencia traspasa muy pronto las fronteras hispanas para penetrar y extenderse por todo el mundo cristiano. 

”Etimologías” es su principal obra. Es el fruto de sus largos años de paciente estudio, es la síntesis admirable de todos aquellos apuntes de sus innumerables lecturas. Muchos años, más de veinte, invirtió en la composición de esta obra y nunca la creía terminada, siempre encontraba algo que añadir. Las Etimologías u Orígenes son una enciclopedia, la primera que se compuso y la que sirvió de base a las que más adelante se hicieron.

En Filosofía no es autor de ninguna teoría personal, de ningún sistema nuevo, sino que su labor fue la de elegir y coordinar los materiales que le habían llegado de la Antigüedad.

En Derecho, en cambio, tiene ideas propias. Según Isidoro el poder episcopal y el monárquico deben ayudarse mutuamente a sostener la paz y practicar la justicia y a labrar la prosperidad de los pueblos. Defiende que la monarquía ha se ser electiva y fija las condiciones de esa elección.

El libro quinto trata de las Leyes. Le llevan veintisiete capítulos que tienen el gran mérito de darnos una sistematización completa de los conocimientos de Derecho de su época. Su concepto de ley es francamente democrático para su época (siglo VII): no es ley lo que el pueblo no ha decretado. 

Trata sobre la sumisión de la potestad civil a las leyes, en contra de la tradición cesarista del Derecho Romano, la ceremonia de unción de los reyes, y la debida separación entre el caudal privado de estos y la Corona (electiva, no hereditaria).

Después de las “Etimologías” la obra más completa de Isidoro, desde el punto de vista de su doctrina, es la formada por los tres libros de las “Sentencias”. Un intento de exponer en forma ordenada las verdades de la fe y de la filosofía acerca de Dios, el hombre y el mundo.

Sus libros se copian en todos los centros de cultura de la época: en Córdoba, en Toledo, en Samos, en Silos, en Ripoll, en Cerdeña, en San Millán de la Cogolla, en Sahagún.

A Isidoro se le ha señalado como el “primer español” por tener la visión de la Península Ibérica como un pueblo con sus propias características geográficas, etnográficas y culturales. Lo que luego sería España.

martes, 18 de agosto de 2015

"El murmullo de las abejas" de Sofía Segovia.

Pablo y Angélica son dos amigos, iba a decir que “de verdad” pero pienso que los amigos o son “de verdad” o no son amigos… Mi amistad con Pablo se fue construyendo a la par que fuimos viviendo, juntos, peripecias de todo tipo; y, a pesar de que ambos tenemos temperamentos muy singulares, terminamos siendo amigos. Periódicamente quedábamos a comer, siempre en el mismo sitio. Tras cada encuentro, salía con la convicción de que quien tiene un amigo tiene un tesoro.  

Nuestra amistad ha experimentado la prueba del tiempo, y del espacio. Siempre que viene a España hace todo lo posible -y más- porque nos veamos. Digo “y más” porque en mis idas y venidas me apendejo con facilidad, pierdo el rumbo y las ganas de relacionarme… Pues bien, Pablo con la tozudez que le caracteriza, siempre ha hecho que las cosas sucedan, es decir, que con ánimo o sin él, nos veamos. En Pamplona, en León, en Madrid, en Burgos, y, esta vez, en Gijón. 

Disfrutamos de una comida con nuestras familias y, a la hora del café, también hablamos de libros. Fue Angélica quien me recomendó esta novela de Sofía Segovia. Para mí, Angélica, inicialmente, era la esposa de Pablo o la madre de Juan Diego (un genuino hijo de su padre). Según la fuí conociendo descubrí una mujer muy inteligente y con una gran sensibilidad cultural. Gema ya me lo había adelantado. Una gran persona que, como Pablo, me honra con su amistad.

La semana pasada recibí un paquete desde México que contenía un ejemplar de “El Murmullo de las abejas” de Sofía Segovia, con una cariñosa tarjeta escrita a mano por Pablo. La historia transcurre en Linares, al norte del país, con la Revolución mexicana como telón de fondo. Simonopio, un personaje entrañable que, de la mano de la nana Reja, viene a cambiar a una familia, y a una ciudad. Una criatura mágica.

Una curiosa novela que a través de tres narradores diferentes nos recrea costumbres y tradiciones. De imágenes y situaciones que evocan recuerdos familiares. La infancia, la familia, la vida cotidiana, las raíces… Muy sensorial. Por momentos pareciera que puedes sentir la temperatura ambiente, oler el azahar o la lavanda, escuchar el vuelo de las abejas... Una historia, algo singular, que me terminó envolviendo. Quizá excesivamente larga, para mis gustos. Sin embargo, me encantó el desenlace. Las últimas cien páginas me mantuvieron en tensión.


La lectura de “El murmullo de las abejas” me ha resultado muy grata porque ha evocado mi tiempo en Nuevo León, en Monterrey, pero, sobre todo, me ha recordado a las personas que allí conocí… Lo mismo me he emocionado con algunos pasajes, que me he desternillado con otros, especialmente con aquel en que Francisco recomienda a Francisco chico caminar, siempre, por la sombra…Me divierte imaginar la frase en boca de algunos de mis amigos, con su deje norteño. Recordar es volver a vivir.

viernes, 7 de agosto de 2015

“Filandón negro (cinco cuentos y medio)” de Fernando Montes Pazos.

Tengo una buena opinión del autor de este libro. Le he visto tres veces en mi vida, y sólo en dos tuve la oportunidad de hablar con él y, en otra, de escucharle. La primera en el instituto del que es profesor de inglés, en su calidad de tutor del grupo de uno de mis hijos. La segunda, cuando nos presentó el editor Héctor Escobar (siempre tan atento, tan amable) en la Librería Universitaria de León y ambos caímos en la cuenta de que ya nos conocíamos y hablamos de mi hijo y de nuestras inquietudes literarias (de las suyas y de las mías porque las de mi hijo están por concretarse…). Y, la tercera, me lo encontré interviniendo como orador en un acto de apoyo a Ramiro Pinto que es el prologuista de esta obra. 

De esos encuentros, espaciados en el tiempo, concluí que se trata de un hombre inteligente, discreto, de trato agradable, y mucho sentido común. Después de leer su libro, también buen escritor.

En una de mis periódicas visitas a la Librería Universitaria me encontré con su “Filandón negro (cinco cuentos y medio)”, lo ojeé y me lo anoté en mi lista de libros interesantes, pendientes de leer. Y, en este mes de agosto, llegó el momento.


Una delicia. Muy bien escrito. Historias ingeniosas, bien contadas, con ritmo. Y mucha ironía, retranca y fino sentido del humor. Como advierte Ramiro Pinto en el prólogo, Fernando Montes nos hace cosquillas con sus palabras. Y mucho más.

Algunas historias son tan interesantes, tan originales, tienen tanto potencial que, perfectamente, hubieran sido el argumento de varias novelas. Pero no voy a tomar partido sobre si es mejor el cuento o la novela, ni -mucho menos- sobre cuál “es más”. Ni estoy preparado ni me interesan este tipo de disquisiciones. Me basta con recomendar a mis amigos la lectura de este libro que también etiqueto en “Gente Interesante” porque, en mi opinión, su autor pertenece a este tipo -tan escaso- de personalidades.

A disfrutarla.

martes, 30 de junio de 2015

"El abuelo que saltó por la ventana y se largó".

La semana pasada, en la tienda del aeropuerto, me encontré con la edición de bolsillo de este libro. Le había echado el ojo desde que supe de su publicación en el año 2009, de su éxito en ventas (seis millones de ejemplares) y los ecos del estreno de su adaptación cinematográfica, el año pasado. 


Jonas Jonasson ha escrito una historia extremadamente audaz e ingeniosa, capaz de sorprender constantemente al lector; pero, el verdadero regalo, es su personaje protagonista, Allan Karlsson, un hombre de un maravilloso sentido común, un abuelo sin prejuicios que no está dispuesto a renunciar al placer de vivir.

Momentos antes de que empiece la pomposa celebración de su centésimo cumpleaños, Allan Karlsson decide que nada de eso va con él. Vestido con su mejor traje y unas pantuflas, se encarama a una ventana y se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. 

Sin saber adónde ir, se encamina a la estación de autobuses, el único sitio donde es posible pasar desapercibido. Allí, mientras espera la llegada del primer autobús, un joven le pide que vigile su maleta, con la mala fortuna de que el autobús llega antes de que el joven regrese y Allan, sin pensarlo dos veces, se sube con la maleta, ignorante de que en el interior de ésta se apilan millones de coronas de dudosa procedencia. 

Pero Allan Karlsson no es un abuelo fácil de amilanar. A lo largo de su centenaria vida ha tenido un montón de experiencias de lo más singulares: desde inverosímiles encuentros con personajes como Franco, Stalin o Churchill, hasta amistades comprometedoras como la esposa de Mao, pasando por actividades de alto riesgo como ser agente de la CIA o ayudar a Oppenheimer a crear la bomba atómica. Sin embargo, esta vez, en su enésima aventura, cuando creía que con su jubilación había llegado la tranquilidad, está a punto de poner todo el país patas arriba.

En fin, Allan Karlsson y un grupo de personajes que se suman a su aventura se ven metidos en una rocambolesca historia de tintes policiacos y esperpénticos.

Tras la inundación de libros policiacos nórdicos, la crítica literaria encajó bien la publicación de un libro humorístico que, además, dicen, quiso ser una desenfadada radiografía del carácter de los suecos. La crítica del autor a muchos ámbitos de la cultura, la religión y la política no es nunca ácida; el retrato que hace de algunos vicios sociales y del carácter de los suecos se puede considerar amable.

Su argumento es, desde el principio, ciertamente disparatado, y quizás aquí radique en parte su éxito, pues ya en las primeras páginas asistimos a una concatenación de divertidos sucesos que se salen de lo normal. Cien años de peripecias del protagonista, a cual más disparatada e increíble, se transforman en una historia surrealista y, a veces, absurda pero muy divertida, adictiva.

Una vida “explosiva”, original y sorprendente. La historia avanza a buen ritmo y los personajes están bien perfilados. A mitad de la novela el protagonista me enganchó y comenzó a contar con mi simpatía.

El único “pero” son algunos nombres de personas y ciudades, todos suecos, que me recuerdan los productos de Ikea…

Una recomendable lectura de verano.

viernes, 8 de mayo de 2015

Premio Abogados de Novela.

El Premio Abogados de Novela se convoca, cada año, por el Consejo General de la Abogacía Española, la Mutualidad de la Abogacía y Ediciones Martínez Roca, del Grupo Planeta, con la intención de premiar una novela que ayude al lector a profundizar en los conocimientos del mundo de la abogacía y sus ámbitos de actuación, valores, proyección y la trascendencia social de su función.

El primer libro, distinguido por este galardón, que leí fue “El jurado número 10”, de Reyes Calderón, que recibió el reconocimiento en el año 2013. Recuerdo que se trataba de una novela interesante, amena y especialmente divertida (creo que ayuda que los personajes y el entorno sean locales); y, en este caso, también divulgativa pues da a conocer cómo funciona el jurado en nuestro sistema judicial.


Un reciente tuit de Juan Pedro Cosano (@juanpedrocosano), anunciando la publicación de “Llamé al cielo y no me oyó” me recordó que tenía pendiente escribir la reseña sobre “El abogado de pobres” su novela ganadora del Premio Abogados de Novela 2014.


Ambientada en Jerez de la Frontera a mediados del siglo XVIII, su protagonista es un abogado de pobres que tiene que enfrentarse a varios casos de corrupción, robo y falsificaciones, abusos de poder y manipulación de la Justicia. En el más importante de ellos, estarán implicados algunos de los personajes más importantes de la ciudad. Hoy como ayer, tan real como la vida misma.

La figura del “abogado de pobres” es una figura que desaparece a finales del siglo XVIII en la medida que, en las grandes ciudades, se van creando los Colegios de Abogados que se encargan de defender gratuitamente a los pobres y desamparados, designando de entre sus colegiados a quienes, por turno, deberán de hacerse cargo de la defensa de esas personas sin posibles.

Viajando a través de esta historia a los entresijos del sistema judicial de esa época concluí que la administración de justicia no ha cambiado tanto desde entonces. Ahora quizá es más profesional y, por supuesto, más garantista, pero, sin embargo, es mucho más lenta. En el siglo XVIII era impensable que un juicio criminal se celebrara, por ejemplo, dos o tres años después de ocurridos los hechos.

Juan Pedro Cosano, abogado gaditano, personifica en Pedro de Alemán, el protagonista de su relato ganador, los rasgos de un jurista, adalid de la cultura y de los valores humanos. Excelente novela, muy recomendable.

Asimismo la novela ganadora del VI Premio Abogados de Novela, “La mediadora” de Jesús Sánchez Adalid, que leí durante el pasado fin de semana, largo.


La mediación como medio alternativo de solución de conflictos está de moda. Aunque, en mi opinión, es más antigua que el hilo negro… La Abogacía es una profesión pionera en la mediación como herramienta para alcanzar el consenso entre partes en conflicto ya que los abogados, mayoritariamente, llevamos siglos promoviendo la cultura del acuerdo. 

En este proceso también pueden intervenir (y, de hecho, intervienen) profesionales de otras disciplinas lo que, en ocasiones, está dando lugar a llamativos y extravagantes casos de intrusismo profesional avalados por un más que cuestionable respaldo legal. 

Bien, pero esto no lo dice la novela sino que son algunas de mis opiniones personales sobre el tema que quiero expresar aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que soy el editor de mi propio blog.

Por su actualidad, “La mediadora” es una novela de realismo social. En España, la mediación y, en particular, la mediación familiar como método alternativo de resolución de conflictos, es relativamente reciente. 

Tiene la ventaja de que puede utilizar un mismo abogado y procurador, lo cual abarata los costes del proceso, disminuye la duración del procedimiento y, lo más relevante, elimina la figura del adversario repercutiendo de forma beneficiosa sobre la pareja y, en su caso, también sobre sus hijos, evitando situaciones de estrés y de ansiedad muy comunes en este tipo de conflictos.

En fin, tres interesantes novelas que recomiendo porque contribuyen a divulgar la profesión y a promover valores humanos a través de personas corrientes que podríamos encontrar en cualquiera de nuestros despachos. 

Por todo ello y porque, para mí, ha supuesto una oportunidad para disfrutar con la lectura de buenas novelas, quiero agradecer al Consejo General de la Abogacía Española, a la Mutualidad de la Abogacía y a Ediciones Martínez Roca por el Premio Abogados de Novela.

domingo, 5 de abril de 2015

La responsabilidad de dirigir personas.

Gracias a mis amigos del Instituto de Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra he tenido la oportunidad de dialogar con los alumnos del Máster en Gobierno y Cultura de las Organizaciones y con los participantes en la conferencia del Foro Alavés de Empresa y Humanismo.


En ambos casos, una vez más, he tenido la suerte de aprender dialogando con personas interesantes. En cierto modo, las personas somos lo que leemos y lo que escuchamos. Lecturas y conversaciones son nuestros principales nutrientes.

Por tanto, si leemos buenos libros y procuramos tener buenas conversaciones el resultado será una cabeza "bien amueblada". Hay otras combinaciones posibles pero la más peligrosa es cuando leemos basura y escuchamos basura, porque el resultado será una cabeza llena de... basura. Con todas las consecuencias que ello tiene en nuestra vida y, también (conviene no olvidarlo), en las vidas de las personas con quienes convivimos.

Aprovechar el tiempo y elegir -con criterio- nuestros libros e interlocutores es esencial para una vida lograda.

Necesitamos personas dispuestas a ayudar a otras personas a llenar de contenido su trabajo, a entender la utilidad y finalidad de su labor, a colaborar con los demás y a sumar esfuerzos.

El liderazgo no se asume, se consigue. Se lo exigen a quien tiene la responsabilidad de dirigir sus propios colaboradores. Claro que, para ello, es necesario que el directivo forme parte natural del grupo humano que dirige, sea uno más... Uno más que orienta, orienta y orienta...En realidad, un directivo no debería hacer otra cosa que pasarse el día hablando con sus colaboradores. 

¿Qué la organización es muy grande? Pues tendrá que viajar mucho y beber mucha agua, porque la necesitará para seguir hablando, orientando. Sólo así podrá tomar el pulso al día a día del entorno que dirige y adelantarse al cambio. 

El futuro no está, se hace. Y lo hacemos las personas.

Aunque suene a tópico, los colaboradores son la inversión más valiosa de la organización. Son los únicos cuyo techo en valor añadido es, cuando menos, desconocido; claro que también son los más costosos, los más delicados y los más difíciles de rentabilizar...porque hay que hablar con ellos. 

Y algunos directivos están tan preocupados por mandar y tienen tan poca competencia que se han olvidado de hablar, de dirigir a sus colaboradores.

Nos gustan las casas grandes, las empresas grandes, los sueldos... grandes. Bueno, y no sólo en cuestiones materiales: también nos gusta pensar en grande y ser grandes personas.

En la administración de organizaciones, también. Las estrategias han de ser "grandes". En los seminarios de moda se utilizan casos de empresas grandes. Se nos presentan los modelos estereotipados de las grandes empresas multinacionales. Supone un gran esfuerzo adaptarlos a nuestra realidad, evidentemente, más pequeña...

Caballo grande, ande o no ande... La consigna es crecer y crecer, bajo el supuesto amparo de las economías de escala y de la sinergia de las fusiones. A veces, en la búsqueda de lo grande se ignoran las cosas pequeñas que suelen ser el camino prudente, la mejor vía, para alcanzar los grandes logros.

En ocasiones, nos inventamos atajos creativos para soslayar ciertos "detalles"... Nos saltamos principios, experiencia documentada y, a base de grandes zancadas, tropezones y pisotones, pretendemos llegar a-no-se-sabe-bien-dónde pero dejando una estela oscura de malas prácticas.

Olvidamos las pequeñas estrategias, el valor de la comunicación directa, franca y oportuna, del trato humano, del respeto mutuo, de la responsabilidad, del sentido de equipo. Nos apoyamos, demasiado, en la tecnología y cada vez menos en el potencial de una buena conversación, de la emoción, de los sentimientos de nuestros colaboradores.

Las tecnologías de la información nos están abriendo de par en par el mundo de las comunicaciones, nos están llevando a situaciones técnicamente ilimitadas; pero no nos ofrecen más que el soporte. La comunicación en sí queda en nuestra mano. Y hasta que no se demuestre lo contrario, para comunicarse es mejor hablar.

domingo, 1 de febrero de 2015

Ramiro Pinilla.

Jamás había oído hablar de Ramiro Pinilla hasta que el 30 de octubre del 2014 leí, en “El País”, su obituario firmado por Ramón Buckley, y eso fue lo que me llamó la atención.

De Ramón Buckley guardo un grato recuerdo por los buenos momentos que me deparó la lectura de su biografía sobre Miguel Delibes, uno de mis escritores favoritos. 

“Miguel Delibes, una conciencia para el nuevo siglo” es algo así como la biografía intelectual de este gran escritor castellano. Ramón Buckley, quizá uno de los mejores conocedores de su obra (escribió sobre él su tesis doctoral) ofrece una visión distinta del papel y de la dimensión de Delibes. Nos lo muestra a la luz de las ideas que toman cuerpo en sus novelas y en el contexto del panorama literario internacional a lo largo de las décadas en los que transcurrió su vida y su obra. 

Ramón Buckley es hijo de Henry Buckley, reportero inglés que llegó a España en 1929, donde permaneció hasta el final de la guerra civil como corresponsal de “The Daily Telegraph”, y autor de “Vida y muerte de la república española”. Libro que leí en una primavera pasada y que me impresionó por su particular descripción de la vida en España durante la Segunda República, desde su inicio el 14 de abril de 1931 hasta su derrota a finales de marzo de 1939. 

Un interesante -y clave- periodo de la reciente historia de España del que Henry Buckley fue testigo de excepción desde su llegada a Madrid en 1929, cuando sólo era un periodista principiante, hasta que atraviesa los Pirineos en 1939 con los restos del ejército republicano, convertido ya en corresponsal curtido.

Vivió en primera persona las convulsiones sociales, las pugnas políticas y los enfrentamientos bélicos que determinaron nuestro futuro como país: presenció la caída de Primo de Rivera, está junto a Alcalá Zamora cuando se proclama la Segunda República, junto al general Líster en la batalla del Ebro y junto a Negrín en el último Consejo de Ministros de un gobierno al borde del exilio.

Henry Buckley era un católico con una aguda conciencia social: “Del mismo modo que me disgusta la violencia de las turbas y la quema de iglesias, creo que la gente de España que proclamaba a voz en grito su fe católica era la que más culpa tenía de la existencia de masas analfabetas y una economía nacional en ruinas”. Durante la segunda guerra mundial cubrió toda la campaña del norte de África y la invasión aliada de Italia. Fue director de la agencia de noticias Reuters en España, donde murió en 1972, a los 68 años de edad.

Bien, pues como dije anteriormente, la razón por la que me detuve en la lectura del obituario de un -para mí- desconocido Ramiro Pinilla fue porque lo firmaba Ramón Buckley, hijo de Henry Buckley. De entrada, me llamó la atención que  Ramiro Pinilla se autoexcluyera, durante años, de los circuitos culturales y comerciales y optara por la autoedición. Y otro aspecto que despertó mi interés por su obra fue el tema recurrente de sus novelas: los efectos sociales de la guerra civil y la posguerra españolas.

Esto fue suficiente para anotarlo en mi lista de libros y buscarlos. El librero me recomendó “Antonio B. El Ruso, ciudadano de tercera” del que en ese momento no tenía ningún ejemplar porque como Ramiro Pinilla acababa de fallecer se habían vendido los pocos libros que tenía de él. Sólo le quedaba un ejemplar de “La higuera” y me lo compré.

La construcción, en 1966, de un nuevo instituto de enseñanza media en Getxo desentierra la historia del hombre solitario que decidió recluirse en el solar y cuidar de una higuera al poco de acabar la guerra civil. Se trata de Rogelio Cerón, uno de los falangistas que durante la guerra fueron casa por casa para llevarse a fusilar contra las tapias del cementerio a varios de los hombres de Getxo. 

En una de sus visitas, Cerón se tropieza con la mirada de odio de un niño que se resiste a que le arrebaten a su padre, una mirada que despierta de inmediato en el falangista la certeza de que ese niño, cuando crezca, le matará. 

Así comienza esta historia sobre la culpa, el perdón y las inesperadas burlas de la Historia, que acaban sentenciando el destino de cualquier hombre.

Buscando (sin éxito) “Antonio B. El Ruso, ciudadano de tercera” descubrí la triología policiaca que Ramiro Pinilla comenzó en 2009 (¡con 86 años…!), compuesta por “Sólo un muerto más”, “El cementerio vacío” y “Cadáveres en la playa”. 

En esta última, el protagonista, Samuel Esparta, librero e investigador privado, ya maduro, que mantiene contra viento y marea su peculiar librería en Getxo, recibe en los años setenta la visita de una mujer, Juana Ezquiaga, que quiere contratarlo para que averigüe la desaparición, mucho tiempo atrás, de quien fue su amor de juventud. 

Juana sabe por un anciano bañero, encargado de la zona de baños, que las corrientes están llevándose la arena de la playa, y que pueden emerger los cadáveres que se esconden en sus tripas. En uno de los fusilamientos de la guerra civil, los falangistas abrieron una fosa común allí, y el bañero le ha contado que en el último momento apareció alguien con una carretilla portando un cadáver. Juana sospecha que sólo pudo hacerlo alguno de los viejos amigos, celosos de la pareja.

Finalmente encontré “Antonio B. El Ruso, ciudadano de tercera”. Mientras me cobraba la librera me comentó que cuando se publicó este libro Ramiro Pinilla vino a presentarlo en León y que hasta tuvo que intervenir la policía porque quisieron pegarle…No entendí el comentario y expresé mi extrañeza con un gesto de sorpresa. “El protagonista es leonés y una parte importante de la acción se desarrolla en la provincia de León… ¿no lo sabía?”. 

Esta novela, que acabo de leer, es un sobrecogedor y emotivo relato, un retrato agudísimo de la vida durante la posguerra, de las penurias y calamidades, de los odios y revanchas, de la miseria y la lucha por salir adelante y escapar de la represión y de la humillación permanentes.

Basada en hechos reales, “Antonio B. El Ruso, ciudadano de tercera” narra la vida de un hombre desde su nacimiento en Las Cabreras (León), a principios de los años treinta, hasta los años setenta, acabado el régimen franquista. Antonio B. arrastra desde su infancia una existencia extremadamente dura, mientras la autoridad le maltrata constantemente. Conoce cárceles, penales y el manicomio, hasta llegar al País Vasco, donde encuentra trabajo y logra enderezar su vida. 

Hombre indómito dispuesto a no dejarse someter nunca, Antonio B. adquiere proporciones desusadas hasta convertirse en un héroe de absoluto realismo.

Tengo pendiente “Las ciegas hormigas”, novela con la que Ramiro Pinilla ganó el Premio Nadal en 1960 y, según me dicen, un canto a la tenacidad, al esfuerzo personal. Temas sobre los que gusta leer con la esperanza de que me inspiren buenas ideas.