@MendozayDiaz

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domingo, 11 de febrero de 2018

El virus de la prisa.

Uno de nuestros enemigos actuales, más insistentes y más tenaces, pudiera ser la ansiedad. La ansiedad y la agitación me parecen muy extendidas, y pueden hacer estragos en la vida de muchos de nosotros. La ansiedad nos lleva a dramatizar un asunto muchas veces trivial, porque vivimos con el alma agitada; y entonces un suceso que no tenía por qué afectarnos, ha llegado a sacudirnos tanto que nos produce una verdadera conmoción personal. De ahí que a veces sea difícil entenderse, porque lo que uno vive con vehemencia es un asunto que para el otro no tiene importancia. Tiene importancia sólo para la persona que está sacudida por su propia ansiedad.

Entre las posibles causas de la ansiedad, de la agitación o del agobio en el que vivimos, quizá esté el impulso acelerado que llevan los acontecimientos y que nos empuja a nosotros. Parece que todo sucede con incontrolable rapidez, y muchas personas tienen cierta dolorosa impresión de extrañeza, de no tener tiempo para poder asimilar la vertiginosidad movediza de los cambios que les envuelven. Pero quizá se pueda decir que lo más doloroso es nuestra impresión de que estas cosas pasan independientemente de nuestra voluntad, de que nosotros estamos subidos a un caballo desbocado y no tenemos fuerzas, o no tenemos habilidad, para poder detener su marcha o para gobernarla recuperando la brida. Quizá una de las razones de nuestra ansiedad que más puede robarnos el sosiego y la serenidad sea nuestra impresión de que algo se ha desbocado independientemente de nuestras posibilidades de rectificación o de control. Entonces podemos venir a parar a un cierto pesimismo. Porque en la situación actual parece como si el hombre tuviera obligación o necesidad de intervenir en todo, y así la angustia se acumula en su alma y el hombre está cada vez más tenso, cada vez con mayores dificultades para el descanso e incluso para el sueño.

A veces llamamos actividad al movimiento; decimos que son activas las personas que se mueven mucho… Quizá no corramos el peligro de convertirnos en esclavos, pero corremos el peligro de convertirnos en autómatas. Sin darnos cuenta, vamos poco a poco siendo gobernados, cada vez más, por decisiones indiferentes a nuestros más importantes intereses. Se llega a pensar que la felicidad es como una ensoñación que no tiene que ver con el vivir ordinario, con el vivir concreto. Porque a veces sucede que relacionamos la felicidad con grandes acontecimientos. Se piensa, por ejemplo, que la felicidad está relacionada con poder adquirir de una manera inesperada, súbita, una gran cantidad de dinero; o tener de pronto un triunfo profesional o familiar deslumbrante. La felicidad no es palabra que tenga que ser sólo escrita con mayúsculas, con caracteres luminosos y deslumbrantes; sino que la felicidad se puede vivir en lo pequeño, en lo repetido, en sencillos trabajos y descubrimientos cotidianos.

La nuestra no es una civilización que facilite la interioridad; peor aún, me atrevería a decir que, en conjunto, es una civilización que combate la interioridad con medios de una potencia inigualable: con la prisa, con la productividad, con las redes sociales, con la velocidad, con la superficialidad. Y ha dado lugar a este tipo de personas obsesionadas, crispadas, apresuradas, sin tiempo; a este tipo de persona que ya no reflexiona porque se nutre de tópicos o de consignas, o porque se ha convertido ya en un robot especializado en cualquier clase de trabajo, o porque simplemente carece de tiempo, de sosiego y hasta de gusto. Atrapados en ese cepo que la sociedad super-desarrollada-de-hoy ha dispuesto tan sagazmente: vivir hacia fuera, no hacia dentro; sustituir el pensamiento por la publicidad, la lectura por las redes sociales, el silencio por el ruido, la intimidad por la exhibición, las ideas por los tópicos y los argumentarios. Es una espantosa miseria la del hombre moderno, un siniestro legado el que recibe la juventud de hoy.

Es probable que, por la velocidad habitual del ajetreo diario que vivimos, haya cosas esenciales que se nos escapan de la conciencia y, sin mala intención, no las advirtamos. Una de ellas es que varios episodios de las personas que conviven con nosotros dependen, en cierto modo, de nosotros, de nuestro comportamiento. Pero tampoco se nos debe escapar que episodios, tal vez claves, de la biografía de seres menos próximos (compañeros de trabajo, por ejemplo) también pasan por nuestras manos. Acciones u omisiones -nuestras- que no han sido indiferentes en esas historias que en un momento han convergido con la historia personal. Un silencio cómplice, una actuación injusta, un mal ejemplo puede dejar marcas, cicatrices... Como también una palabra acertada, una muestra de cariño desinteresado, una mano que se tendió en el momento oportuno, un ejemplo positivo, pueden haber contribuido a hacer de esas vidas algo mejor de lo que hubieran sido.

Publicado en "Diario de León", hoy, domingo 11 de febrero del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/virus-prisa_1226064.html

lunes, 29 de enero de 2018

La culpa no es de Rajoy.

En buen plan: algunos ingenuos esperaban que Rajoy viniera a pedir disculpas, personal y solemnemente y, en compensación, anunciara alguna “buena noticia”, con-muchos-ceros, para León. Nada. Lo de siempre: impresionante lo del Incibe, avanzando en la León-Valladolid, el AVE es cuestión de meses, un brindis por lo de la capitalidad gastronómica y un par de tiernas anécdotas sobre sus días en la calle del Cid… Rajoy es Rajoy. A pesar de ello, lo digo sin ironía, debemos estar agradecidos porque el presidente del Gobierno de España haya visitado León. Su presencia ha generado una exposición mediática siempre positiva. Todo suma. Además, nos podemos sentir unos privilegiados porque después del desaire haya venido a visitarnos. Esto ha sido, en gran medida, gracias a un alcalde como Antonio Silván. Si hubiéramos tenido un alcalde-del-montón: más ajo y agua…

El tema de fondo es otro. La mediocre gestión de nuestros representantes, su capacidad de influencia allí donde toman las decisiones (Valladolid, Madrid, Bruselas), donde se definen las prioridades y se asignan los correspondientes recursos. Ya no convence el “no hay dinero”, que “hay que ser responsables”, que “cómo se os ocurre plantear esto con la que está cayendo”, que “todavía estamos en crisis”, bla,bla,bla. Durante las dos últimas legislaturas, el debate sobre las inversiones en infraestructuras en León se ha limitado -y sigue limitado- a la finalización de proyectos iniciados durante los Gobiernos del PSOE. Y lo único que están haciendo los gobiernos del PP es ir aplazando o modificando su realización. No hay nada tan ilustrativo como leer el Boletín Oficial del Estado. Después de iniciada nuestra autovía León-Valladolid y de volvernos a responder con el no-hay-dinero, la crisis y tal, se han iniciado, construido e inaugurado varias autovías en otras regiones de España. Entonces no me digan que no hay dinero, díganme que hemos dejado de ser prioridad -si alguna vez lo fuimos…- y que otros se están comiendo nuestro queso…

Igual con el AVE. Hemeroteca, por favor. La señora Ana Pastor, recién nombrada ministra de Fomento vino a León a “regañarnos”, que cómo era posible (otra vez la crisis, el no hay dinero y tal) que siguiéramos insistiendo en el proyecto de soterramiento -el de verdad, no el descafeinado- del AVE a su paso por León y San Andrés del Rabanedo. Y, unos días después, anunciaba en su Galicia natal, inversiones por casi dos mil millones de euros para nuevos tramos del AVE. Si realmente no había dinero, pareciera que lo razonable hubiera sido finalizar las obras que ya estaban en proceso antes de comprometerse con nuevas inversiones. Pero, otra vez, no era cuestión de dinero sino de prioridades. Dinero, haberlo “haylo”. Se agradecería que nuestros representantes fueran claros, transparentes, y dijeran la verdad: hay dinero, mucho dinero, pero para otros intereses, otras prioridades. Y sin caer en victimismos absurdos o demagógicos la realidad es que los intereses de León no están entre las prioridades del Gobierno de España. Y a los hechos me remito. ¿Por qué es un despilfarro o una irresponsabilidad defender un soterramiento (digno de ese nombre) del AVE a su paso por León y no lo es para el caso de Murcia? Tiempo al tiempo. Si no hay dinero, no hay dinero para nada ni para nadie… Igualdad de trato. Lo otro es cinismo, mentira, manipulación, y engaño. Y, sobre todo, una falta de respeto. A veces, se nos trata como imbéciles cuando merecemos un trato de ciudadanos. 

Insisto: León es una ciudad muy agradable para vivir. Y no sólo por su historia, por sus monumentos. León es una forma de vivir, de relacionarse, de convivir. Un estilo de vida. Lo triste es que, a medio plazo, incluso a corto, es probable que esta calidad de vida no sea sostenible porque los indicadores dicen que somos los primeros en ancianos, en bajas de larga duración, en pérdida de población o en menor crecimiento económico. Ante esta situación es inútil lamentarse. Lo que hay que hacer es actuar, democráticamente. Si León, durante las últimas décadas, ha dejado de ser lo que era -o lo que quisimos que fuera- en favor de ciudades como Burgos, Valladolid, Palencia… Pues es muy sencillo, como nuestros políticos no han hecho bien su trabajo: que pase el siguiente. Que-más-vale-malo-conocido-que-bueno-por-conocer. ¡A otro perro con ese hueso! Ese cuento ya nos lo conocemos: se llama voto del miedo y estamos sufriendo sus consecuencias. En fin, hay que buscar razones para el optimismo. Siempre suele haberlas y, en este caso, también las hay. En un Estado Social y Democrático de Derecho la indignación y/o el ajuste de cuentas entre representantes y representados se realiza a través del ejercicio del sufragio, votando. Así que pronto será cuando. Durante los próximos meses nos vamos a hartar…

Publicado en "Diario de León" el domingo 28 de enero del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/culpa-no-es-rajoy_1222209.html

Hablando sobre #OpinionesDeUnOpinante en Magazine de La 8 León.


Entrevista: del minuto 18:15 al 30.

domingo, 14 de enero de 2018

México: la alegría de vivir.

Hace unos días fui al cine a ver “Coco”, la última película de Pixar y Disney inspirada en la festividad mexicana del Día de Muertos. Me encantó. Disfruté-como-un-niño. Desde el comienzo la película me cautivó: la caracterización de los personajes, su forma de hablar que tantos recuerdos me evocó… Los paisajes, la puesta en escena, el ritmo, la luz. Tuve la suerte de vivir en México y para mi esta película ha supuesto un “remezón” emocional. Siempre me llamó la atención la alegría de vivir de los mexicanos y su amor a la familia que, finalmente, es el tema de esta película.


México es un gran país y será una potencia cuando-le-dejen-ser; sobre todo, su vecino del norte, el gran beneficiado del actual status quo. México será un referente internacional cuando se sacuda esa especie de complejo de inferioridad que le lleva, con frecuencia, a correr detrás de cada moda pasajera para que no le llamen anticuado, subdesarrollado o cualquier otra estupidez por el estilo. Cuando su economía esté, verdaderamente, al servicio de las personas y acabe con un sistema que supone una privatización fabulosa de beneficios, para unos pocos, y una escandalosa socialización de pérdidas, a cargo de la gran mayoría. México tiene futuro porque sus gentes son, mayoritariamente, felices: alegres. No encontrarás una persona feliz que no sea alegre. Y ello a pesar de las dificultades, que las sufren y mucho. Dificultades, grandes o pequeñas, que, como a todos, nos ponen a prueba muchas veces. Puede que incluso lleguen a hacernos tambalear. No obstante, si sabemos superarlas nos harán más fuertes, más capaces, más decididos. Así son los mexicanos.

En ocasiones, quien habla de la felicidad o del amor es sospechoso de ingenuidad, de aislamiento. Como que no está en contacto con la vida; como si llegase de tierras desconocidas, hablase palabras que ya la experiencia demuestra que -aquí- son palabras traidoras, derrotadas. Hace tiempo hablaba con un amigo sobre el día-a-día de la familia, sobre la diferencia entre “nadar y convivir”. Convivir es una tarea no siempre sencilla. Nadar puede ser duro, pero es un esfuerzo lineal. No sé si me explico: es un esfuerzo en el que cabe el entrenamiento más o menos de repetir las cosas. Convivir... es un asunto de gran variedad, donde hace falta una atención múltiple y un cuidado siempre nuevo. Para poder convivir largo tiempo hace falta aprender a sobrellevarse. Amar es disponerse a una tarea en la cual nos sobrellevamos los unos a los otros. El amor es una larga tarea. No sólo un inicial arrebato, ni sólo una especie de estremecedor descubrimiento parecido a un hechizo.

Sin humildad no puede sobrevivir el amor, el amor está amenazado. Cuando alguien es humilde -o lo intenta- no es que sea ciego para los defectos de los demás, es que está atento a los propios y se da cuenta de que en muchos choques y en muchos encuentros es muy difícil que un árbitro pueda decir: la razón está de esta parte, y la falta de razón, en su totalidad, está acaparada por esta otra. La humildad nos hace ver que todos tenemos defectos, todos tenemos culpas, y, frecuentemente, en toda situación de roce o de choque, las culpas están, generalmente, repartidas de una manera aproximadamente proporcional. Por eso, si soy humilde -si, al menos, lo intento-, puedo darme cuenta de que tengo defectos, y que, en mi familia, me sostienen y me ayudan. Si a mí me sostienen, si a mí me ayudan tanto, yo también puedo sostener y ayudar. Si yo tengo defectos, los demás los tienen también. Sobrellevarnos. La humildad hace que yo me deje ayudar, y que esté dispuesto a prestar ayuda; hace que yo me deje perdonar y me predispone, por tanto, a perdonar.

Pero para amar también hace falta paciencia. La paciencia, me temo, actualmente es una virtud no bien conocida. Para algunos, paciencia es sobre todo resignación. No: paciencia es alegre coraje. Paciencia es ponerse a una tarea que se sabe larga y duradera. Es necesario que la paciencia sea un alegre coraje, una determinación de perseverancia en el amar, de seguir amando por encima de los obstáculos, de las dificultades, de las desilusiones... Ayudándonos unos a otros. Cuando alguien es consciente de sus propios defectos, la tarea de convivir es mucho más una tarea de compañerismo: es familia. Y se celebra el triunfo del otro, y se sabe disculpar y disimular la derrota, porque se sabe que también para el otro llegarán tiempos de victoria. Importa vivir esta actitud, que tiene honda relación con el amor auténtico: la actitud de la humildad, que nos enseña que todos somos defectuosos y que nos necesitamos mutuamente. En fin, esto es la vida en familia: el lugar donde -siempre- somos un “yo” para alguien.

Publicado en "Diario de León" el domingo 14 de enero del 2018: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/mexico-alegria-vivir_1218437.html

lunes, 1 de enero de 2018

"Opiniones de un opinante" en Málaga.

Mi gratitud a los profesores Ruíz de Alba Robledo (University of Westminster, Reino Unido) y Trujillo Pérez (Universidad de Málaga, España) por acompañarme en la presentación de #OpinionesDeUnOpinante en #Málaga